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Los huesos del cráneo no se mueven, pero...

EL MOVIMIENTO RESPIRATORIO PRIMARIO


A comienzos del siglo XX, un estudiante de Osteopatía llamado William Garner Sutherland, se sentó a reflexionar sobre la naturaleza del cráneo humano. Mientras miraba un hueso temporal desarticulado, un pensamiento que lo cambió todo vino a su mente: “Está biselado como las agallas de un pez e indica la existencia de un mecanismo respiratorio primario”. Así emprendió un viaje de conocimiento e investigación que lo acompañó toda su vida. Cuando era estudiante en sus clases anatomía le enseñaron que en el adulto los huesos del cráneo están fusionados y no se mueven. Al examinar el cráneo humano comprendía que estaba diseñado con suturas que parecían permitir el movimiento. Entonces se dispuso a investigar si tenían o no movimiento. Realizó todo tipo de experimentos. Diseñó un casco para restringir los movimientos de los distintos huesos craneales, experimentando diversas respuestas de su organismo, desde disfunciones gástricas hasta confusión mental. Finalmente el resultado de sus investigaciones, confirmó que existía movimiento en los huesos craneales y que no sólo eran exclusivos del cráneo sino que se extendían al resto de los huesos del cuerpo. En los movimientos palpatorios se dio cuenta de que estaba estudiando un movimiento fisiológico sutil, esencial para el mantenimiento de la salud y la vitalidad, al cual llamo MOVIMIENTO RESPIRATORIO PRIMARIO. Percibió que el líquido cefalorraquídeo que baña el cerebro y la médula espinal, genera un movimiento de marea o fluctuación dentro de los fluidos fisiológicos que transportan esa fuerza vital, que él denominó Aliento de Vida, a todas las células y tejidos del cuerpo.




En las prácticas de Osteopatía, se hace un énfasis especial en la dinámica del movimiento. La vida es movimiento, esto se puede observar en los movimientos voluntarios del sistema musculo esquelético como en el movimiento involuntario de las células, los fluidos y los tejidos del cuerpo. Las resistencias o la congestión de este movimiento se considera patología. Sin embargo, el cuerpo tiene la capacidad de curarse y autorregularse. Pues tiene en sí mismo, toda la información que necesita para mantener la armonía necesaria para su funcionamiento óptimo. El terapeuta dentro de este contexto, no tiene qué decidir qué hacer, sino más bien cómo acceder a esa información. De ahí que la esencia del trabajo del campo craneal es la escucha intuitiva e inteligente, apreciando la estructura-forma del cuerpo y sus dinámicas sutiles de movimiento, percibiendo y recibiendo la totalidad de la persona, comprendiendo el proceso de auto curación y el papel de la respiración primaria dentro de esos procesos curativos.

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