“Experiencia traumática de corto plazo, que produce un movimiento articular excesivo en dos direcciones, fuera de los límites anatómicos y fisiológicos, debido a un cambio brusco en la inercia donde los vectores de fuerzas afectan a los sistemas integrales del cuerpo” (Harakal y Macnab)
En otras palabras, es el fenómeno que se produce al experimentar una deceleración brusca y producirse, a nivel de la columna cervical, un movimiento brusco de flexión y extensión forzadas. Como consecuencia se pueden lesionar diferentes estructuras como hueso, ligamento, nervio, músculo…
Por tanto, dependiendo de la gravedad de las lesiones el tratamiento puede variar, siendo en los casos más severos necesaria una intervención quirúrgica.
Podemos clasificar el whiplash según la gravedad del siguiente modo (Croft, A. C.):
GRADO 1: mínima o inexistente limitación del movimiento, sin lesión en los tejidos.
GRADO 2: ligera restricción de movimiento, sin lesión en los tejidos.
GRADO 3: moderada restricción de movimiento, existe lesión ligamentosa y posible afectación neurológica periférica.
GRADO 4: de moderada a elevada restricción de movimiento, inestabilidad ligamentosa, lesión neurológica y fractura o lesión discal.
GRADO 5: necesidad de una estabilización quirúrgica.
Algunos de los signos y síntomas que se pueden manifestar son:
Tortícolis
Jaquecas
Dolor y hormigueos en los miembros superiores
Mareos
Vómitos
Vértigos
Zumbidos
Disminución de la audición
Dolores oculares
Depresión
Insomnio
Alteraciones de la memoria
Variaciones del estado de ánimo
El “latigazo cervical” se produce con frecuencia al sufrir, por ejemplo, un accidente de tráfico, una caída esquiando o en bicicleta, un choque brusco en deportes de contacto…
Es importante realizar un buen tratamiento para mitigar tanto las secuelas directas, como las posibles compensaciones futuras derivadas de una mala recuperación.
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